domingo, 3 de abril de 2011

COMO QUIEN OYE LLOVER

A veces un día común es mejor que un día distinto. Mi fin de semana fue a lo básico y fue maravilloso igual. Volví de mi paz y me metí en otra, rodeada de lo común, de lo de todos los días, pero siempre revalorando. La tarde en la ciudad no fue tan terrible, debo admitir que por mucho que le tema al envejecimiento térmico, a la frialdad del cambio estacional, caminar por Godoy cruz un sábado de otoño para ir al kiosko, se convirtió en toda una aventura. Será que estuvimos hablando mucho de estas cuadras, será que sólo cuando uno tiene que presentar algo, que defenderlo, es cuando lo mira con otros ojos. Una tarde de abril que creí despreciar, terminó siendo la morada perfecta, no siempre hay que irse para cambiar. La felicidad de los que me rodean me contagia y me hace ser más feliz con mi felicidad, no tener miedo a demostrarla, a que la envidien. Que estés al lado mio cuando llueve, eso me encanta, que estés al lado mio aún cuando hay sol y partidos, me encanta más. El domingo a la noche llega y hay lugar para la reflexión, hay lugar para un rato de uno mismo. Harry potter y un milka mousse blanco bastan para relajar. Escuchar la lluvia como cae y no estar preocupado por nada más que por conciliar el amor todos los días, por armarlo de a poquito, paso a paso, pero con la fortaleza de esas primeras lluvias del frio, que viene del día a día, de la paciencia y la confianza que se arma de a dos,es suficiente razón para dormir tranquila otro domingo más con tu perfume en mi almohada.

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