martes, 3 de diciembre de 2013

MENDIGANDO POR UN SUEÑO

Así como anteriormente había desarrollado una fobia a los bomberos de Figueroa alcorta y Andres bello (alcorta y alcorta en realidad), hoy me tenía que exponer a los trapitos de Paraná y Colectora panamericana.
Nada malo sentía yo por los bomberos, hombres de bien y al servicio de la comunidad, pero no podía entender como podían ser tan insistentes con el temita de bajar la ventanilla y darles plata para los voluntarios.
Entendía el donativo y la finalidad, pero siempre me pareció que se ponían demasiado exigentes y que de algún modo, por lo menos a mi, me obligaban siempre a esquivar la calle, y gatillar 20 pesos.
Me incomodaba mucho la situación que me hagan bajar la ventanilla. No es una expresión neo-politica ni nada por el estilo, yo simplemente me sentía mal.
Actualmente me pasa con los muchachos de la esquina de Munro en cuestión.
No creo que sean mala gente ni que carezcan de necesidades, pero no me gusta que me obliguen a hacer nada, menos a bajar la ventanilla.
La caridad y la indigencia no son temas que trato de abarcar, son circunstanciales en este relato.

Por semanas escapé a la esquina, me desvié dos 5 cuadras para retomar por Paraná y no tener que pasar por esa situación en la que me ponían.
Hoy con un poco más de apuro, y con un poco más de dinero en cartera, decidí que no era la mejor idea desviarme, sino que mejor aun, era encarar mi miedo y decirle que no a los trapitos.
Pendiente por el retrovisor, ninguno se me acercó.

Al llegar al supermercado, una señora pedia por leche para sus hijos y yo, que no se negarle un hola a nadie, escuché su pedido pero me negué.
Al salir del supermercado con una bolsa de pan lactal y una botella de leche para la señora que me lo pidió, me di cuenta cual habia sido el motivo de mi caridad: Haber enfrentado a los trapitos indiferentes.

Por que a veces nosotros tenemos que armar las situaciones como deseemos.
Muchas nos van a pasar por encima, muchas secuencias nos harán desviarnos del camino.
Elijamos que atajos agarrar y cuando dejar que nos pegue de frente.
Siempre que pegue de frente, habrá aprendizaje.
A veces tomaremos el atajo, y será solo un día menos de vida.
Seamos los bomberos voluntarios de nuestras decisiones, pero nunca dejemos que el individualismo nos impida ver a la señora viejita.


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