miércoles, 15 de diciembre de 2010

CUMBIERA INTELECTUAL: cumbiera intelectual

No era raro pensar que capaz era por Octavio. Nada raro. Ya me había pasado de cambiar el visor por amor. No me daban los números, ya que esa idea la tuve antes de darme cuenta que lo tenía a mis pies. Pero no. Vivía cerca de Puán, odiaba a los hippies pero no aparentaba el odio, se reía del Cabo, si, capaz era por él. Pero no.
Después creí que capaz era por que estaba sola y quería hacerme la culta. Tenía que poner la líbido en algo. A los primeros fracasos me tome el buque, la paja gano la pulseada, y yo con el tiempo me fui olvidando del Barrio Ingles y de Caballito.
No, no era por estar sola.
Hoy me encuentro lejísimo de esas situaciones. Lejísimo. Y sin embargo, retomo, o me reencuentro con la Filosofia, y me dan ganas de llorar. Y ahora sí que me duele, me angustia, me cierra el pecho cual cigarro mañanero. ¿Cómo se hace? ¿Se combate? ¿Cómo puede ser que algo que genere tanto, dolor angustia, pero de la buena, de la que te hace saltar el corazón, pueda ser olvidado o postergado?
¿ Qué queres hacer? me pregunta la gente ahora (hace tanto) que colgué los guantes del Derecho.
No tengo idea.
Pero se que la filosofía sigue conmigo, y más que nada en verano, no quiere que la abandone.

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