miércoles, 2 de marzo de 2011

EL CIELO PUEDE ESPERAR

El taller de Escritura no se trata sólo de escribir, sino también de leer. Me parece un excelente complemento. No leí tanto como debería, los libros de Wainraich no cuentan como verdadera literatura, y es verdad que leyendo aprendes a escribir, o por lo menos, a usar tildes.
El otro día nos tocó leer "El otro cielo" de Cortazar. Recordé por qué había sido lo único que ORT me dio para leer que no aborrecí (ODIE el Joven Lennon y Boquitas Pintadas).
Este cuento tiene momentos maravillosos, pero lo más impactante para mí fue el final. Es ese final, cuando el pobre corredor de bolsa termina sentado en el jardín de su hogar conyugal mirando los focus crecer, añorando su verdadero descanso, que era su mundo clandestino. Al escuchar esta conclusión de mi profesor, me puse a pensar que muchas veces la gente separa la pasión y el descanso. Se toma a la pasión como ebullición constante, como excitación, como la relajación imposible, como la eterna noche.
Yo creo que están equivocados.
Yo creo que la verdadera pasión es la que te seda a tal punto que ya no sabes si estás soñando, no sabes que es real y que no, todo el tiempo te cuestionas la excelencia de la situación, y la que es tal que por fin te deja liberarte. Es que el tiempo no importe, es olvidarte de lo de afuera, es un micromundo de silencios que dicen todo.
Es ese relajo el que acompaña la verdadera pasión.
No se trata de nunca parar, pero sí de estar siempre muy despierto para no perderse nada.

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